3 de febrero de 2009

EL INVIERNO DE NUESTRO DESCONTENTO (MA NON TROPPO)

Más banderas que manifestantes...(foto Marga Ferrer)

La primera manifestación de los sindicatos valencianos en lo que vamos de crisis, el pasado sabado 31 de enero, no tuvo la asistencia esperada. Muy pocos manifestantes: liberados sindicales sobretodo, algún que otro afiliado raso, unos cuantos políticos que siempre damos nuestro apoyo, muy pocos ciudadanos de a pie. Una mala imagen de falta fuelle, de incapacidad de mover la calle, un reflejo patente de que la sociedad, probablemente confundida por mensajes y actuaciones contradictorias de los últimos años, no llega a apuntar a los responsables de la crisis. Los continuos vaivenes y coqueteos que han protagonizado los sindicatos confederales en su relación con el Consell de la Generalitat Valenciana (la firma del segundo PAVACE,sin que se haya aplicado el primero), tampoco han animado a los ciudadanos, que pueden considerar estas actuaciones como un claro ejemplo de claudicación.

Me lo comentaba el buen amigo Feliciano Albadalejo, ex concejal de Esquerra Unida del Ayto de Valencia: no queda claro el mensaje de la protesta, venía a decir; el objetivo hacia el cual apunta la manifestación es más bien difuso, borrosos los retratos de los culpables, confusas las razones.

De un lado está el Gobierno de España, que ha comenzado el año negando la mayor, asegurando que no estábamos en crisis y que en todo caso la economía iba a sufrir una desaceleración, que provocaría una corrección de las cifras de crecimiento. En frente se sitúa la Generalitat Valenciana, que como sabemos es de signo político contrario, que sigue afirmando que la cosa no va con nosotros, que los valencianos estamos bien y que en todo caso la culpa es de Zapatero, que a su decir nos niega sistemáticamente las inversiones para ser una Comunidad de primera. Obviamente nuestra opinión difiere bastante de las del Partido Popular. Sin embargo parece no ser compartida, nuestra opinión digo, por la mayoría de valencianos y valencianas, que tienden a inclinar la balanza de su descontento más hacia el Gobierno Central; demostración de que el despliegue de medios propagandísticos y la machacona (goebbelsiana) maquinaria del Consell recoge sus merecidos frutos.

A mi manera de ver la crisis tiene causas mucho más profundas: razones estructurales de mayor envergadura están provocando esta sangría imparable de puestos de trabajo (hoy hemos conocidos el dado de enero, con un incremento de 198.838 de nuevos parados en toda España). Los nudos irresueltos del peso excesivos de la construcción (casi un 40%) en el PIB, han provocado una cáida sin precedente de la actividad económica. Ha explotado la burbuja inmobiliaria, un sonado pinchazo del cual veníamos alertando desde hace años y que todas las Instituciones han tachado de alarmismo injustificado, acusandonos de ser unos agoreros y querer parar el progreso económico. Los hechos, desgraciadamente, nos están dando la razón.

Unos y otros se están pasando la pelota, se acusan mutuamente sin querer asumir responsabilidad alguna. Y confundiendo a la sociedad, que está como paralizada, incapaz de organizar una respuesta clara y contundente contra los culpables de la espiral perversa de la grave crisis que padecemos.

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